Existen algunas personas que, equivocadamente, creen que ser «inteligente» significa burdamente saber más que los demás o estar mejor informado. Esto no es del todo correcto.

El origen etimológico de la palabra «inteligencia» proviene del latín «intellegentia» que tiene como prefijo a «inter-» (“entre”) y a «legere» (que aparte de "leer" también significa “escoger”). Por lo que la palabra «inteligencia» se refiere a «aquel que sabe escoger entre las cosas». De este modo, se sostiene que la inteligencia permite seleccionar las mejores opciones para solucionar una cuestión o algún problema.

Es por esto que Sagan sabía que una persona inteligente no es aquella que «sabe mucho» o que está mejor informada que los demás, sino aquella que posee la facultad y capacidad para resolver problemas en un determinado momento.

Para terminar con lo del latín. La palabra «intellegentia» se traduce en español (también) como «inteligencia», «facultad de comprender», «entendimiento», «comprensión» y «perspicacia». Para los antiguos preceptores romanos, ser «inteligente» se refería a una persona que sabía escoger la mejor alternativa (propuesta de solución) entre varias, como también, saber leer entre líneas. Entre los juristas romanos, un jurista «inteligente» era aquel que sabía discutir, analizar, deliberar y dar un veredicto y solo quizá, por esto, los jueces debían ser hombres inteligentes.


Escrito por David Misari Torpoco
19 de julio de 2023